Te perdono, no porque crea que lo merezcas. Al fin y al cabo, yo no pedí nacer, como tampoco pedí sufrir y, de todas formas, me tocó. Solo escribo esto porque a veces siento que me ahogo con lo que tengo en el pecho, y esta es la única forma de hacer catarsis a este dolor.
Perdóname también porque yo tampoco te busco, pero ya no eres necesario para mí. Para la niña que creció sola, sí fuiste necesario. Ahora ya estoy grande y no sé decir "papá, te amo", pues tú nunca me lo enseñaste.