Creo que ser raro es estar maldito,
con miradas que te penetran y te juzgan.
Me siento como un objeto de curiosidad,
un espectáculo para la gente que me rodea.
Dejé de salir porque me dio miedo el mundo,
el juicio y la crítica constante.
Tomé odio a las miradas, a las personas,
a mi vida, que se convirtió en un infierno.
Me siento atrapado en una cárcel de prejuicios,
donde la libertad es solo un sueño.
Quiero escapar, quiero ser libre,
pero el miedo y la inseguridad me mantienen prisionero.
