No es la velocidad con la que siembras, sino la paciencia con la que cultivas, lo que realmente determina la riqueza de tu cosecha. Cada gran logro es una secuencia de pequeños esfuerzos bien cuidados.
La verdadera medida de tu éxito no son los premios, sino la fortaleza de carácter que desarrollas al perseverar y la motivación inquebrantable que te impulsa a seguir adelante, incluso cuando el camino es incierto.
El verdadero éxito no radica en evitar los fracasos, sino en la sabiduría de aprender de ellos, la motivación para levantarse una y otra vez y la fortaleza de carácter que se forja en cada intento.