Silencio eterno
(Parte 1)
Ella lo miró como quien observa un sol
que nunca podrá alcanzar,
con el brillo en los ojos y el nudo en el pecho,
callando el grito que la quería quebrar.
Él nunca supo, o quizás lo ignoró,
que en su voz suave se escondía el dolor.
Que cada palabra no dicha era un puñal,
y cada "te amo" era su propio final.
Amarlo fue su condena y su libertad,
una hoguera que la consumía sin piedad.
No guardó rencor, no quiso acusar,
solo se dejó caer, sin pensar en volar.