La verdadera libertad no es escapar de tus miedos, sino atravesarlos con la certeza de que tu propósito es más grande que cualquier temor. Ahí resides tu fortaleza inquebrantable.
Si siempre pones límites a todo lo que haces, físico o cualquier otra cosa, se extenderá a tu trabajo y a tu vida. No hay límites. Solo hay mesetas, y no debes quedarte ahí, debes ir más allá de ellas.
No se trata de la dureza del camino, sino de la fortaleza del espíritu con el que lo recorres. Cada paso difícil es una invitación a descubrir la fuerza que ya habita en ti.