El amor es cruel,
el amor es dolor.
Pero a mí no me pesa,
la felicidad me envuelve.
En sus brazos encuentro
la calma del tormento.
Las heridas son dulces,
como un eco en mi pecho.
Cada lágrima vertida
es una estrella apagada.
Y en el dolor profundo,
hay belleza en la entrega.
Así, sigo adelante,
con el alma entre los dedos.
El amor me enseña,
a vivir en lo efímero.