En el dolor, no hay cobardes ni fuertes, solo personas enfrentando lo que no saben manejar. Cada uno carga la pena como puede: unos luchan por sostenerlo todo, otros se rompen en silencio. No es falta de amor, es agotamiento. Lo importante no es juzgar cómo duele, sino sostenernos, incluso con las manos temblando.