El cielo se alegra, la tierra se asombra, Satanás huye, el infierno tiembla, el mundo parece despreciable; el corazón se funde en un amor santo, la tibieza desaparece, la carne se amansa, la tristeza se va, el fervor crece, el arrepentimiento por haber ofendido a Dios se revela, la esperanza aumenta, el espíritu se dilata y el amor se hace más ardiente cuando digo: Ave María.