No es la velocidad con la que siembras, sino la paciencia con la que cultivas, lo que realmente determina la riqueza de tu cosecha. Cada gran logro es una secuencia de pequeños esfuerzos bien cuidados.
No puedes evitar las tormentas, pero puedes aprender a construir tu barco para navegar a través de ellas. La verdadera resiliencia no es esquivar, sino dominar la travesía.
La verdadera fortaleza de tu carácter no se mide en tus victorias, sino en cómo te levantas de tus derrotas y en la humildad de aprender de cada caída.