Gracias, Dios.
Sólo Tú sabes cuántas lágrimas, cuánto esfuerzo y cuántas noches en silencio he entregado para llegar hasta aquí.
Lo que hoy tengo no es suerte, es el fruto del sacrificio, del trabajo constante y de nunca soltar tu mano.
Cada paso lo he dado aferrado a ti, y por eso sé que todo lo que viene será aún mejor.
Porque cuando uno camina con Fe, el destino se transforma en propósito.