Si siempre pones límites a todo lo que haces, físico o cualquier otra cosa, se extenderá a tu trabajo y a tu vida. No hay límites. Solo hay mesetas, y no debes quedarte ahí, debes ir más allá de ellas.
No se trata de la dureza del camino, sino de la fortaleza del espíritu con el que lo recorres. Cada paso difícil es una invitación a descubrir la fuerza que ya habita en ti.
El verdadero crecimiento no es el de añadir cosas a tu vida, sino el de eliminar lo que te frena. Deshazte de las expectativas y abraza tu potencial ilimitado.